En el hospital había un paciente gravemente enfermo. Los familiares se habían reunido en la sala de espera y, por fin, entró un médico, cansado y apesadumbrado.
— Siento ser portador de malas noticias —dijo, mirando las caras preocupadas—. La única esperanza para vuestro familiar consiste en un transplante de cerebro. Es algo experimental y arriesgado y económicamente corre totalmente por cuenta de ustedes.
Los familiares permanecieron sentados, escuchando las graves noticias. Al cabo de un rato, uno preguntó:
— Pero, ¿cuánto cuesta un cerebro?
— Depende —respondió el médico—. 5.000 € un cerebro de hombre; 200 € uno de mujer.
Se produjo un largo momento de silencio, mientras los hombres de la sala intentaban no reírse y evitaban mirar a las mujeres a los ojos, aunque alguno sonreía. Al final, la curiosidad le llevó a uno de ellos a preguntar:
— Doctor, ¿a qué se debe la diferencia de precios?
El médico sonrió ante una pregunta tan INOCENTE y contestó:
— Es sólo una lógica política de precios. Hemos tenido que bajar los precios de los cerebros femeninos porque éstos son los únicos que están usados.
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