Pablo y Miguel son amigos desde hace mucho tiempo, tanto, que ellos ni siquiera se acuerdan de cuando se conocieron. Son, seguramente, las dos personas más unidas que no están involucradas en una relación amorosa. También cambiaron el mundo tal y como lo conocemos. Y son aún más especiales, pero antes de eso, debierais saber algo más acerca de sus vidas. Se conocieron cuando tenían unos tres años, puesto que eran vecinos. Sus madres se cruzaron un día, haciendo la compra con los niños. Mientras ellas hablaban, los críos empezaron a jugar, armando un pequeño alboroto por los pasillos del supermercado; pero eso no es lo que debierais saber.
Cuando tenían seis años se perdieron en una excursión con el colegio y durmieron en una cueva donde estaba un oso hibernando. A la mañana siguiente se dieron cuenta de ello y les entró un ataque de pánico, como es natural. Al salir corriendo de la cueva Miguel se cayó y se fisuró una pierna, de manera que Pablo, sólo Dios sabe cómo, consiguió volver con los adultos y llevarles a recoger a Miguel. Pero eso tampoco es lo que debierais saber.
A los nueve casi quemaron la casa de Pablo intentando hervir gasolina para hacer napalm. A pesar de la cantidad de problemas que causó, eso no afectó al mundo a gran escala.
A los doce encontraron un par de sarcófagos antiguos en una cueva, de manera que fueron el centro de atención de todos los arqueólogos de la zona, pero, siendo un descubrimiento arqueológico, al mundo le fue más o menos insignificante (aunque aclaró un par de cosas acerca de los Tartessos).
Al cumplir los quince ambos se echaron como novias a la hermana del otro, confirmando sus hipótesis de que siempre es tu mejor amigo el que termina saliendo con tu hermana. Pero eso es, francamente, irrelevante (salvo para las discusiones de unos cuantos adolescentes descerebrados que están desperdigados por la Tierra).
A los dieciocho entraron en la misma facultad y, al conocer a gente nueva les convencían de que, si jamás se tocaban la piel, destruirían el Universo. Una broma aparentemente inocente, pero que no iba desencaminada. Un año después toda la facultad estaba segura de que, si jamás se estrechaban la mano, no habría más mundo. El problema consistía en la fuerza de las creencias de sus compañeros; después de todo, la fe es una de las mayores fuerzas del Universo. El día después del final del primer semestre de su segundo año en la carrera, chocaron puños delante de sus amigos.
La fe había hecho de su mentira inocente una verdad. Es culpa de Pablo y Miguel que ya no haya vida.
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