Y por fin me detengo en el escenario, de pie. La melodía es ahora triunfalista y sugerente a un tiempo. La audiencia también está exhausta y me mira fijamente intrigada por el cambio brusco de la música.
SONRÍO. Este es el momento. Poco a poco, me voy despojando de cada una de las prendas que me cubren, liberándome. Cuando mi cuerpo se encuentra completamente desnudo detengo mi mirada sobre cada uno de los asistentes; me observan atentamente. Respiro. Cojo mucho aire por la nariz y me llevo las manos a la cabeza. Hundo con fuerza los dedos y desgarro la piel del cuero cabelludo. Todos chillan de miedo y sorpresa. Es lo que esperaba.
De la parte rota de mi cráneo emerge una luz impresionante que se va haciendo más brillante y extensa a la vez que voy abriendo y quitando la piel que me contenía. Os veo y finalmente podéis vosotros contemplarme a mi. Sí, soy yo, mi auténtico yo. No lo creeréis, pero yo tampoco sabía que estaba aquí dentro hasta hace relativamente poco.
Me aturde una sensación rara y, de repente...
No tengo ni idea de dónde me encuentro. Mis ojos se cruzan con los tuyos.
– ¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado? –te pregunto.
– Shhhhh... No te preocupes, estás a salvo. Te estábamos esperando. Has tardado algo más de lo previsto, pero no importa.
Me acaricias el pelo y me coges la mano. Yo sigo haciendo las mismas preguntas pero por ahora no hay respuesta. Quien iba a sorprender a los demás está sorprendido.
Es curioso pero creo que te conozco de siempre -pienso mientras recorremos una amplia estancia que parece un invernadero.
– Y así es –me dices. Te me acercas y me besas. Primero un beso fugaz y delicado, después compartimos más, pero ahora son apasionados. Siento cierto mareo debido a la intensa emoción. Rompo a llorar.
- ¡Dios mío! ¡He vuelto a casa! ¡Contigo!.
De golpe recuerdo. Todo se asemeja a un mal sueño. Pero eso no tiene ya importancia. Estamos juntos otra vez y no pienso hacer ninguna otra tontería que nos vuelva a separar.
Ya realicé el trabajo, cumplí mi misión y ahora recibo mi recompensa: TÚ.
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