SONRÍO.
Se ha levantado algo de viento; más bien se trata de una ligera brisa que me acaricia el rostro y me alborota el cabello.
Cierro los ojos, vuelvo a sonreír e inspiro el aire purificador lentamente. Lo siento.
Mis músculos están muy relajados y a esto contribuye enormemente la música que el mar me regala. Recuerdo cómo me gustaba escuchar la caracola que me trajeron de lejos cuando no abultaba más que mi perro.
Por fin doy comienzo a mi secreto ritual y empiezo a fundirme con el árbol, convirtiéndome en parte de él y..., abro los ojos.
Inspiro larga y profundamente, bostezando, a la par que me estiro. Apago el despertador de un manotazo. Me es difícil desperezarme. Siempre me ha costado bastante despertarme del todo. Es la lucha entre mis sueños y la realidad cotidiana.
Voy recuperando la consciencia, despacio, pero casi por completo, y vienen a mi memoria los planes que he organizado para este día. De hoy no pasa. Ya se acabó el tiempo que tenía para completar mi metamorfosis. Finalmente podré cumplir mi gran anhelo: quiero ver la cara del público cuando llegue el momento.
Me invade una oleada de miedo. Lo siento en la boca del estómago. Lo siento como si un cepo me lo oprimiese provocando cierta náusea; pero he decidido no vomitar. Son los inevitables nervios previos al estreno.
Voy a ofrecer una única actuación. La he ensayado mentalmente millones de veces, visualizando cada movimiento, cada gesto. No pronuncio palabras, pero no son necesarias. Mi mayor baza es el elemento sorpresa: conseguir que la audiencia se quede con la boca abierta durante unos segundos, sin saber cómo reaccionar.
Me siento en la cama, me calzo las zapatillas, me pongo en pie y me dirijo sin más dilación al cuarto de baño. Me miro en el espejo y...¡Madre mía! ¡Qué pinta!. No puedo evitar soltar una carcajada.
Abro los grifos y los modulo a la temperatura que prefiero: más bien caliente. Me despojo de todo lo que llevo puesto y me introduzco en la bañera para ducharme.
Acabado mi aseo me dispongo a desayunar: un café con leche descafeinado, un zumo de manzana bien frío y un bol de cereales integrales con pasas que encuentro deliciosos.
Aún faltan bastantes horas para la función así que voy a pasear por el parque. Siempre que necesito renovar mis energías o relajarme me escapo a algún sitio que tenga mucha hierba y árboles, como cuando era adolescente. Realmente desconozco si se trata del color verde o de la carga energética positiva que me proporcionan los súbditos del reino vegetal. Puede que sea la mayor concentración de oxígeno o, tal vez, el bienestar que me produce su contacto con mi piel. No me molesta que ellos me toquen, que recorran mi cuerpo. No podría considerar el hecho como una invasión ilícita sino más bien como la caricia de consuelo de un amigo. La siento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario