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sábado, 5 de septiembre de 2009

La sabiduría me persigue...

Kote: A ver, Bast, ¿qué has aprendido hoy?

Bast: Hoy, maestro, he aprendido por qué los grandes amantes tienen mejor vista que los grandes eruditos.

Kote: Ah, ¿sí? Y ¿por qué es, Bast? -preguntó Kote con un deje jocoso en la voz.

Bast cerró la puerta y se sentó en la otra butaca, girándola para colocarse enfrente de su maestro y del fuego. Se movia con una elegancia y una delicadeza extrañas, casi como si danzara.

Bast: Verás, Reshi, todos los libros interesantes se encuentran en lugares interiores y mal iluminados. en cambio, las muchachas adorables suelen estar al aire libre, y por lo tanto es mucho más fácil estudiarlas sin riesgo de estropearse la vista.

Kote asintió.

Kote: Pero un alumno excepcionalmente listo podría llevarse un libro afuera, y así podría mejorar sin temor a perjudicar su valiosa facultad de la vista.

Bast: Lo mismo pensé yo, Reshi. Que soy, por supuesto, un alumno excepcionalmente listo.

Kote: Por supuesto.

Bast: Pero cuando encontré un sitio al sol donde podía leer, una muchacha hermosa se me acercó y me impidió dedicarme a la lectura -terminó Bast con un floreo.

El nombre del viento, de Patrick Rothfuss

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