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miércoles, 5 de abril de 2023

"El Enterrador", de Antón Macías de Miguel

No me preguntéis cómo llegué hasta mi posición, mi baja posición, sólo sé que cuando era pequeño me prometieron buena posición a cambio de estudios. Yo cumplí, estudié todo lo que pude, incluso llegué hasta la Universidad, pero alguien no cumplió con su parte del trato y yo me quedé sin buena posición y sin futuro. Ahora vago como Hamlet entre muertos, cada noche cavo las fosas de los que serán enterrados al día siguiente, luego vuelvo a mi casa. El trabajo no está mal, hay días en que no hay que cavar ningún agujero, y siempre tengo mucho tiempo para pensar, pero estoy harto de que los niños del barrio me llamen murciélago y cosas por el estilo, no parecen comprender que es un trabajo que alguien tiene que hacer, que no todo el mundo tiene dinero para pagar una incineración. El sueldo es bueno, de eso no me puedo quejar, pero el pensar que vivo de la muerte de otras personas me hace sentirme como un ave de rapiña esperando a que caigan mis vecinos para poder mantener mi puesto de trabajo.

Bueno, ya estoy llegando. Son las once, mañana entierran al rico de la calle Real y al pobre de la calle Desesperación. Qué extraño se me hace pensar en este tipo de cosas. ¿Qué agujero cavaré primero, el del rico o el del pobre? ¿Cuál cavaré más hondo y mejor? ¿Dejaré una piedra en alguno de los hoyos? Debo cavar el del rico en la zona alta, lejos del agua y donde la tierra es más oscura y no se pudre tan rápido la madera. En cambio el hoyo del pobre debe estar en la parte baja, donde se llena del agua del alcantarillado cada vez que hay lluvias. Cavar allí en esas épocas es un suplicio.

Es curioso pensar que, al contrario de lo que dijese Hamlet, hasta los ricos se diferencian de los pobres después de muertos. Seguro que si existiese un cielo y un infierno, los ricos se irán al infierno con los hipócritas y ladrones solo por no estar junto con los pobres en la casa de Dios, donde todos serían iguales. También me parece raro pensar que los ricos, que siempre han ido de la mano con la Iglesia, se separen en su último momento de ella por la odiosa comparación de "todos somos iguales ante Dios". Está claro que quien siempre se ha distanciado de las clases bajas y se ha considerado mejor que ellas no puede igualarse a ellas, ni siquiera en los últimos compases de su vida.

Son las once y media y llevo media tumba cavada, la del pobre. Como siempre hago mejor la primera que las siguientes. Prefiero hacer primero la del que lo ha pasado peor en vida. No soy católico, pero por si acaso.

Son las doce. Tropiezo con una piedra y me caigo. Escucho una carcajada que se prolonga y me hace estremecer. La gente se piensa que como trabajo en un cementerio no le tengo miedo a nada, pero se equivocan. Veo a alguien en el borde de la tumba, está sonriendo y tiene mi pala en la mano. Enciende una cerilla y la lleva a un cigarro que tiene entre los labios. Le da una calada y vuelve a sonreir. Va de negro, con una bufanda negra enrollada al cuello, un pantalón negro, un jersey negro y guantes negros. Tiene los ojos negros iluminados por el reflejo de una farola y me está mirando a la cara.

Ahora recuerdo cómo conseguí yo este trabajo. ¿Saben que nadie se preocupa de cuántos años tiene un enterrador, o de si la persona que va a recoger las nóminas es la misma que tiene la cuenta a su nombre, o de si un enterrador ha sido enterrado? Pues nadie lo hace.

El hombre levanta la pala y siento como un poco de tierra cae a mis pies. Solo espero morir rápido. Recuerdo al anterior enterrador cuando le eché la primera palada, su cara de horror, cómo pataleaba. No soy mala persona, pero alguien no cumplió su parte del trato, así que me vi obligado a romper la mía. Recuerdo cómo intentó evitar lo inevitable. Al final tuve que abrirle la cabeza con el pico para poder cubrirlo. No sé qué prefiero: una muerte lenta ahogado entre kilos y kilos de tierra o arriesgarme a que me dé un golpe con el pico, no me mate y, además de morir asfixiado, muera entre ahogados gritos de dolor.

Ilustración hecha para este relato

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