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sábado, 22 de septiembre de 2018

El final de una historia

He contado mi historia hasta el final, y estoy satisfecho. Fue (y me apostaría el reloj) del tipo que sólo un buen Dios guardaría para el final, llena de monstruos y maravillas, y viajes por aquí y por allá. Puedo detenerme ahora, poner a un lado mi pluma y descansar mi mano cansada (aunque tal vez no para siempre; la mano que cuenta las historias tiene una mente propia, y la costumbre de volverse incansable). Puedo cerrar mis ojos a Mundo Medio y todo lo que se encuentra más allá de Mundo Medio. Sin embargo, es probable que algunos de ustedes que han brindado los oídos sin los cuales ninguna historia puede sobrevivir un solo día no estén tan dispuestos. Ustedes son los sombríos y orientados a una meta que no creerán que la alegría está en el viaje más que en el destino sin importar cuántas veces se les haya demostrado. Ustedes son los desafortunados que aún confundirán el hacer el amor con la ridícula secreción que llega al final (el orgasmo es, después de todo, la forma en que Dios nos dice que hemos terminado, al menos por el momento, y deberíamos ir a dormir). Ustedes son los crueles que niegan los Puertos Grises, donde los personajes cansados van a descansar. Ustedes dicen que quieren saber cómo resulta todo.

La Torre Oscura VII: La Torre Oscura, de Stephen King

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