A los dioses no les molestaban los ateos, siempre que fueran ateos profundos, apasionados e intensos, porque aquellos ateos se pasaban la vida no creyendo y odiando a los dioses por no existir. Esa clase de ateísmo era una roca. De hecho, casi era fe.
Dioses Menores, de Terry Pratchett
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