— (...) nuestro hermoso sol todavía alumbra, pero ya no como antes. Si quieres, léete un libro, pero si no quieres perder tiempo en ello, puede que te satisfaga la explicación de que el cristal de que está hecho el techo actúa como un filtro. Elimina las radiaciones mortales de las que cada vez hay más en la luz del sol. Por eso crecen aquí plantas que ya no verás crecer en su estado natural en ningún otro lugar del mundo.
— Comprendo —afirmó con la cabeza el brujo—. ¿Y nosotros, Nenneke? ¿Qué nos pasará? El sol también luce sobre nosotros. ¿Acaso no debiéramos nosotros también escondernos debajo de un tejado parecido?
— De hecho debiéramos hacerlo —suspiró la sacerdotisa—, pero...
— ¿Pero qué?
— Pero ya es demasiado tarde.