Entre los pedestales de la noche y la mañana,
  entre la muerte roja y el ardiente deseo,
  sin un solo sonido de triunfo o de advertencia
  se encuentra el gran centinela en el Puente de Fuego.
  Oh, alma transitoria, con tu pensamiento de sueños adornado,
  deshazte del laurel y desencorda la lira:
  la rueda del tiempo gira, gira y gira.
  Y la lenta corriente es profunda y no se cansa.
  De pie sobre el puente, los dioses
  susurran mentiras y amor
  y se burlan de tu paso por el río sin sol
  que, siempre en movimiento,
  te llevará, Rey de los Sueños
  -por siempre inalcanzable y destronado-,
  adonde los reyes que soñaban con el pasado
  en frías moradas monumentales se vuelven pálidos.















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