Shirley Coob era conocida en el mundo filatélico como poseedora de una de las mejores y más acreditadas colecciones de sellos. Su consolidado prestigio hacía que nadie pusiera nunca en duda la autenticidad de ninguna de sus adquisiciones, pero, cuando tras una exposición, aceptó vender algunos ejemplares, alguien la denunció por tratar de introducir en el mercado lo que no era más que una buena falsificación realizada por Ray Foster, un hombre conocido entre los coleccionistas como un especialista en la materia; por esta razón, cualquier coleccionista que tuviera contacto con Foster, quedaba automáticamente desacreditado y su colección fuertemente devaluada. Shirley Coob reaccionó y negó haber tenido nunca ningún contacto con Foster, pero la aportación de una fotografía en la casa de él fue concluyente. En alguna ocasión que estuvo allí, alguien hizo esa fotografía, en la que se veía a Shirley Coob con el cabello al viento, acompañada de Foster de espaldas. Al no vérsele la cara podría tratarse de otro hombre, pero en la foto aparecía el faro, lo que demostraba que se hizo en casa de Foster. La policía conocía perfectamente al falsificador por sus frecuentes problemas con la justicia y dio por auténtica la fotografía que dejaba ver una pared y parte de la barandilla de la terraza adornada con algunas plantas. Tras ellos, sobre una mesa, había dos álbumes de sellos y algunos ejemplares sueltos. La noticia saltó a los periódicos y el caso a los tribunales. Los expertos tendrían que certificar la autenticidad o no de los sellos vendidos, pero la colección de Shirley Coob ya estaba seriamente dañada a nivel popular y se devaluaba rápidamente para regocijo de sus enemigos. Pero de pronto, la situación dio un giro inesperado y su prestigio anterior se vio muy reforzado al declararse falsa la fotografía. Se demostró que era un burdo fotomontaje y el denunciante fue detenido. ¿Por qué?
En la foto se veía a Shirley con el cabello al aire y, sin embargo, había sellos en la mesa
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