Yaya sacó un frasquito negro de un bolsillo de su delantal y lo agitó vigorosamente. Jarge abrió mucho los ojos.
— ¿Ya tenía eso listo para mí? —preguntó.
— Sí —respondió Yaya, y era cierto. Hacía tiempo que se había resignado al hecho de que la gente esperaba un frasco de algo pegajoso y de color raro. No era la medicina lo que funcionaba, sin embargo. Era, en cierta forma, la cuchara.
— Es una mezcla de hierbas raras y cosas así —dijo ella—. Incluyendo sakrosa y un poquito de hidros.
Mascarada, de Terry Pratchett
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