Imp tenía los ojos cerrados y sostenía el instrumento junto a su pecho, como un soldado empuña una lanza en un desfile. Costaba saber quién estaba tocando a quién.
Y la música seguía manando.
El pelaje del Bibliotecario se había erizado por todo su cuerpo. Las puntas de los pelos crujían.
Hacía que quisieras tirar las paredes a patadas y ascender al cielo sobre escalones de fuego. Hacía que quisieras accionar todos los interruptores, tirar de todas las palancas y meter los dedos en el enchufe del universo para ver qué ocurría a continuación. Hacía que quisieras pintar de negro la pared de tu dormitorio y cubrirla de pósters.
Soul Music, de Terry Pratchett
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