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martes, 12 de marzo de 2013

Las cosas empiezan así, de Ana

Muchas veces, las cosas empiezan así:

Tú matas a mi padre (o le faltas al respeto o lo insultas o lo dejas sin casa o... ),

yo te mato a ti,

tus hijos se vengan contra los míos,

mis herederos hace lo propio a su vez...

y así hasta que, en la novena o décima generación, un miembro de tu familia y otro de la mía se enamoran: ya nadie sabe por qué se enfrentan los de un bando contra los del otro, pero lo que han hecho estos dos es una deshonra para ambas familias.

O rompen su relación o huyen. Y suelen huir... formando un tercer grupo que se escapa de estas ideas, que inicia algo nuevo y que se cree libre y a salvo hasta que los encuentran. A lo mejor ya en la vigésima o trigésima generación. Pero, al final, los tres grupos se encuentran: los dos extremos que siguen con su necesidad de venganza y poder sobre el otro y los de en medio, que no pueden dejar de honrar a sus antepasados, pero no comparten sus ideas de odio y guerra.

Ya nadie recuerda cómo empezó todo, pero no pueden dejar de enfrentarse.

El ansia de poder es lo que mueve las desigualdades del mundo. El poder entendido como el sentimiento de estar sobre todos los demás, tener la verdad absoluta, ser mejor que el otro y el único.

A veces, las cosas empiezan así.

Igual, si algún día alguien dice "basta ya" esto empiece a solucionarse.

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